El coronel solicitó un permiso de un
mes por asuntos particulares, que el
general le concedió al parecer sin dudarlo, pues se trataba de un caso
inexcusable por asuntos familiares graves e incluso muy graves, como pronto se
hizo vox populi en la Unidad.
Al cabo de dicho mes el coronel regresó
y se hizo cargo de nuevo de su regimiento. Tenía buen aspecto y sus maneras
eran las habituales, por lo que el asunto por el que se le concedió el permiso
no parecía haberle afectado en absoluto. Sin embargo, poco después de su
incorporación, el 2º jefe y jefe de la Plana Mayor hizo notar a sus
subordinados que en su opinión sí se había operado en el jefe un cambio
significativo, pues, o andaba mal de la vista, o su tórax había aumentado
significativamente. Y así era, ya que cuando en su despacho en presencia del
personal afecto, se desembarazó de la guerrera del uniforme, quedaron al
descubierto dos tetas imponentes, solo posibles en las mujeres superdotadas o
en jóvenes varones vigoréxicos.
Al hacerse evidente lo
mencionado con anterioridad, el coronel convocó de inmediato una reunión de
todos los jefes, oficiales y suboficiales y tropa de su Unidad en el comedor de
ésta, único lugar con la capacidad suficiente. Allí, aupado en una tarima, se
quitó en primer lugar la guerrera, la camisa y a continuación un sujetador
primoroso con encajes, y mostró con orgullo unos pechos que no tenían nada que
envidiar a los de cualquiera de las actrices superdotadas de los años sesenta,
digamos, por ejemplo, los de Jane Mansfield. De inmediato tomó la palabra y
alzando la voz exclamó “pues aquí tienen ustedes a su coronel, con dos tetas
como dos carretas y sus cojones
habituales” “¿No existen hoy travestidos
que se operan incluso del pajarito? Pues yo de eso nada…. A ver comandante Padilla,
suba esa mesita hasta aquí…así, muy bien….Y sacando todo el artilugio fuera y reposándolo encima,
exclamó ¡pues no me digan si esto no es una polla y par de guevos como es
debido! ¿De acuerdo?…pues todo el mundo a formar en el patio de armas! ¡Así que
enterados, y ojo con el mínimo roce que nadie se atreva a hacerle a su coronel,
que a ese se le cae el pelo! ¡Pero, por cierto, pajas a mi costa todas las que ustedes quieran!
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