miércoles, 25 de agosto de 2021

EL PERMISO DEL CORONEL DOS

 Cuando pasado apenas un año de los acontecimientos relatados en el texto anterior, el coronel volvió a solicitar un permiso particular, esta vez de dos meses, su regimiento, esta vez sí, no dudo en atribuirlo a asunto particulares de índole grave, puesto su edad era lógico que empezara a tener dificultades de todo tipo, y si no él, su familia teniendo en cuenta que era huérfano de padre desde mucho tiempo atrás y su madre padecía de unas dolencias extrañas que los médicos no llegaban a precisar. Era lógico pues que siendo además hijo único se ocupara de ella en su domicilio y quien sabe si a dar con la malhadada afección de su progenitora.

Al parecer los jefes de brigada y división recibían noticia puntual de los avatares de la buena señora, que como mínimo padecía una afección cutánea grave y le daba por rascarse continuamente. Incluso llegó a hacerlo con una teja en imitación del santo Job, que la utilizó con frecuencia (debe tenerse en cuenta que era extraordinariamente beata y tenía el convencimiento que la santa paciencia y la imitación de los santos, aparte de la de Cristo del Kempis, la llevaría directa al paraíso). Pasados los dos meses reglamentarios de permiso, prácticamente tres pues se les había sumado el del verano, el coronel regresó con un aspecto inmejorable, haciendo evidente que había alternado los cuidados maternos con las visitas frecuentes a la playa (téngase en cuenta que nuestro jefe habitaba en Las Palmas de Gran Canaria, al lado de la playa de las Canteras.).

Sin embargo los generales cuando recibieron al coronel se llevaron una sorpresa mayúscula pues había sucedido que éste no solo había llevado a cabo lo que sus correos les habían señalado, sino que para terminar la operación comenzada un año atrás se había operado ahora de los bajos y lucía una vagina que sin duda para si quisieran sus señoras. Ni que decir tiene que exigiéndole que hiciera presente ante sus jefes la transformación llevada a cabo, estos pudieron comprobar que efectivamente el pajarito del coronel (como él solía llamar a su pene) había desaparecido y en su lugar destacaba una abultada vulva con labios exteriores e interiores, que para nada se parecía a una hucha, y ante la cual los mandos superiores no tuvieron más remedio que rendirle un homenaje in situ.

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