martes, 3 de septiembre de 2019

EXCELENCIAS

En opinión de la mayoría, Claudio era, simplemente, el mejor. Y no digamos nada de su propia opinión, que superaba con creces a la anterior. Según él mismo, era tan sobradamente el mejor, que en ocasiones no podía aguantarse y tenía que tomar alguna decisión de inmediato para salir del atolladero. Y decía atolladero en el sentido casi literal del término, cómo el lugar donde, de continuar, podía sufrir problemas gravísimos, incluso el definitivo, que no se menciona aquí explícitamente porque está en la mente de todo el mundo, valga la cacofonía. Para salir del impasse que su excelencia suprema le causaba, Claudio solía poner en marcha dos recursos que tenía bien aprendidos desde la adolescencia, por razones que tampoco vale la pena especificar, pero que a poco que se piense no son demasiado difíciles de adivinar. Quien más quien menos tiene idea a estas alturas de la vida de dos hechos que se suelen practicar en la adolescencia en calidad de varón: las duchas de agua fría y salir corriendo a todo gas (o poner pies en polvorosa). Y eso es lo que continuaba haciendo Claudio a cualquier hora del día o de la noche, cuando percibía que estaba a punto de sufrir un ahogo: a la ducha de inmediato o a correr a la calle. Y con frecuencia ambas cosas, una después de la otra sin solución de continuidad, pues como es de todos sabido, ambas actividades se retroalimentan.
Claro que la pregunta a estas alturas de la información sobre las actividades de Claudio podía ser en qué área este hombre era tenido por el mejor (por sí mismo y por los demás). Y lo sorprendente resultaba ser, a poco que se indagase, que su excelencia era polivalente. Es decir se le consideraba como el mejor en cualquier aspecto que se pudiese considerar. En matemáticas, literatura, filosofía, historia sagrada y, resumiendo, en todas las materias de cualquier carrera superior que se tuviese a bien considerar. Y además, y esto era lo más sorprendente, en cualquier tipo de actividad deportiva que hubiese sido admitida en los Juegos Olímpicos celebrados hasta la fecha. Y en ese campo, a pesar de su poca estatura, específicamente en los saltos de altura y pértiga. Y si no fuese exactamente así, la opinión generalizada era porque Claudio no se había puesto verdaderamente a ello. Por otro lado también es cierto que en su fuero interno en algunas ocasiones pensaba que eso se tenía que acabar algún día, porque la hiperactividad de sus lóbulos cerebrales le causaba tal agitación y desasosiego que incluso por las noches se levantaba y trataba de resolver las conjeturas matemáticas más complejas aunque no viniera en absoluto a cuento y nadie se lo hubiera pedido (hasta ahí podíamos llegar).
La situación en la actualidad es grave y sus familiares y allegados han decidido que de alguna manera deben intervenir para que la vida de Claudio se haga más vivible, valga el pleonasmo, la reiteración o como ustedes lo quieran llamar, que no tiene quien esto escribe la cabeza para tropos. La verdad es que nuestro hombre llevado por su afán de excelencia en todos los órdenes de la vida, está verdaderamente consumido y se sienta con frecuencia en la silla de orejas, en la que descansa cuando su promiscuidad intelectual y deportiva se lo permite. Aún así, hay días, y eso es lo más preocupante, en los que incluso sentado y profundamente dormido, Claudio da un respingo y se pone a ejercitarse con una tabla de gimnasia que tiene preparada para los momentos en los que, a su parecer, se encuentra demasiado laxo. Afortunadamente se trata de gimnasia style ancien, es decir, sueca, que es más llevadera

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