lunes, 1 de noviembre de 2021

NOCHES OTRAS

 Aquella misma noche le dije a mi padre que no quería volver a verle. Fue algo espontáneo que para nada había precisado una elaboración previa en mi cerebro. De repente le miré a la cara bajo aquella luz mortecina del saloncito de su casa, y algo en mi interior decidió que no quería seguir viéndola ni un momento más. De hecho, sin mediar media palabra me dirigí a la puerta , la abrí y salí sin más explicaciones. Ya en la escalera pude oírle gritando “¿pero donde vas?” a lo que di la callada por respuesta y aceleré el paso de tal manera que estuve a punto de romperme la crisma al llegar al portal, tres pisos más abajo. Allí me detuve con la esperanza de que el abuelo se dignara interesarse por mí, pero no fue así en absoluto. La puerta de casa siguió cerrada, lo que en el fondo me causó la íntima satisfacción de que a pesar de que lo sorprendente de la situación, a él parecía haberle tenido sin cuidado.

Era de noche cerrada, ni un atisbo de luz por ningún lado o como mucho un trozo minúsculo de luna asomando detrás de una nubles oscuras que daban al ambiente un matiz tenebroso, que no sé por qué en aquellos momentos se me ocurrió que bien podría corresponderse con la fea situación entre mi padre y yo. Lo preocupante del caso, al menos por mi parte, era que a decir verdad yo no tenía nada contra él. La idea de irme de su casa donde vivíamos juntos desde hacía años después de mi divorcio, me sorprendió como ya dije al principio al verle la cara poco antes y llegar a la conclusión de que no podía soportarle. Se había convertido en unos instantes en una especie de animal del Pleistoceno, por decir algo, del que tenía que desembarazarme de cualquier manera. Irme, pensé en aquellos momentos, había sido de lo más razonable, pues la otra solución podía haber sido acercarme a la cocina, coger un cuchillo grande de los que él empleaba para corta el jamón, y rebanarle allí mismo el pescuezo. De hecho, di unos pasos pero poco antes de entrar algo me dijo que aquello no era lo más razonable, di media vuelta y aguanté media hora sentado a su lado en el sofá viendo un documental sobre catástrofes aéreas, del que solo recuerdo que el avión por no se qué historias en los dos motores se caía a plomo sobre el mar en pleno océano Índico. Deseé en esos momentos que el piloto hubiera sido mi padre y que había sido él el causante del accidente. Y todo porque sabía que yo iba a bordo y quería desembarazarse de mi inmediatamente, aunque también él mismo se fuera al garete. Este recuerdo me tranquilizó porque en resumidas cuentas poco antes yo no estaba pensando otras cosas muy diferentes de lo que en el fondo mi padre deseaba para mí. La puerta cerrada después de mi salida, y su silencio los días siguientes me confirmaron tal impresión.

Me alojé en un hotelucho de las inmediaciones, y todas las noche me acercaba a su casa para ver las luces del salón que daba a la calle. Lo sorprendente es que no las volví a ver encendidas ,por lo que llegué a pensar que lo mismo había sufrido un colapso y estaba muerto. Aunque también cabía la posibilidad de que hubiera tomado mi misma decisión y hubiera salido a buscarme durante todas aquellas noches, y en cualquier momento podría encontrármelo en cualquier esquina. Esto me hizo sonreír y me acorde del viejo con una ternura para nada compatible con mis instintos asesinos de unos días antes.

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