Queridos Alumnos, una vez más me dirijo a ustedes para seguir hablando de ese órgano fundamental de nuestra anatomía, al que hoy me referiré en plan más ortodoxo como ano. De entrada no creo que sea preciso dar más explicaciones sobre su funcionamiento, pero contraviniendo a lo dicho el último día en la lección correspondiente, quiero añadir unos detalles que completarán una visión global del mismo, El ano, nuestro querido culo, independientemente de su abnegada labor para el mantenimiento de la homoestasis de nuestro organismo, puede sufrir algunas alteraciones, que siendo prácticamente inocuas, sí creo que por sus consecuencias, por más que estas sean leves, merecen reseñarse. En primer lugar tenemos las hemorroides o más vulgarmente almorranas, que no se trata más que de inflamaciones en general benignas en el mismo tejido del ojete, normalmente debido al esfuerzo que en ocasiones tenemos que hacer para que los excedentes alcancen el exterior de nuestro especialmente si estos salen en forma de zurullo, que al ser rígido y compacto puede originarlos. A tal hecho se suele llamar estreñimiento, que puede ser de tipo genético o debido a una dieta pobre en fibra, fruta y vegetales. Son estas pues las primeras dificultades que nuestro ano debe enfrentar. Estas inflamaciones pueden ser internas o externas y en cualquier caso su tamaño oscila entre el de una lenteja o un garbanzo, lo que en ciertas ocasiones origina hemorragias que en pocos casos requiere la intervención del cirujano. Algo más común, sin embargo, son las flatulencias aprisionadas en el recto que se libran sonoramente acompañadas de un ruido perfectamente identificable, conocidas como pedos, algo que quien quiera enterarse con detalle (y hasta rima poética), puede consultar al egregio escritor español del Siglo de Oro Quevedo, aficionado a los mismos con igual intensidad que a la nariz de su colega y coetáneo don Luis de Góngora y Argote (las doce tribus de narices eran….remember?). Los pedos suelen ser benignos y nada peligrosos aunque con el hábito de llegar acompañados de un aroma que para nada admitirían entre sus productos las casas Dior o Chanel. Habitualmente se producen de una forma alegre y desinhibida sin acompañarse de ningún producto. Al autor se le suele llamar simple y llanamente cerdo, aunque la palabra vaya acompañada de risas y jolgorio a granel.
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