Quien eres tú si no eres
Lisboa. Tal es el caso.
Tu presencia se diluye:
los hospitales existen.
Un inconmensurable amor.
He ahí lo no manifestado.
Esto sí, pero todo lo
demás tampoco.
El análisis precede a la
síntesis quien sabe.
Amanece pero los árboles,
sin embargo, fuera.
La virtud prevalece ante
el pecado y viceversa.
Comprender en un segundo
la aniquilación no fue un dilema.
El azul, el azul. El mar
no siempre es verde.
Las siete en punto de la
mañana. La noche existe, no obstante.
La posibilidad es otra.
Las enredaderas trepan.
Cae la lluvia mansamente
sobre el Peloponeso al fin.
No todos los hospicios
albergan el furor.
El pelo y la piel, pero
también las estructuras.
La puñalada: ahíto mi
corazón de tu acero.
El inveterado afán de
coherencia proboscidia.
Los taxis son automóviles
y viceversa en absoluto.
La voluptuosidad de los
gerundios me interfiere.
El desmedido frenesí de
los procesos aleatorios no caóticos.
Los tornillos, las
tuercas, los alicates. Las tenazas aparte.
Volverán las oscuras
golondrinas. Los ánades son otra cosa, pero vuelan.
Habla un destilado de
idiomas extinguidos: tal es su drama.
Todo llega y todo pasa,
pero tú te quedaste, Manuel.
La amistad, esa rara
característica de algunos invertebrados.